El Departamento de
Antioquia, por haber subsistido casi aislado del resto de la República, durante
unos ochenta años, a causa de lo montañoso de su suelo y de lo rudimentario de
sus caminos, tuvo, puede afirmarse, una literatura propia que sin pretensiones
de regionalismo se diferenciaba en lo exterior de las formas literarias predominantes
en otras regiones del país. Desde que se fundó la República había en aquellas
partes un gran interés por el cultivo de las letras. Ya entre 1870 y 1880
publicó Juan José Molina, hombre de gusto y mejores intenciones, una colección
de artículos literarios, verso y prosa, que por el volumen y la calidad de
algunos de los escritos en él contenidos, servía para mostrar, tal vez no el
adelanto a que habían llegado allí las letras, pero sí el empeño con que eran
cultivadas por los antioqueños. Había hojas literarias de mucho mérito y de
larga vida como El Oasis y solían
aparecer de cuando en cuando volúmenes de poesías como las de Gutiérrez
González, y novelas y comedias de significado menos importante.
De modo que hubo una
tradición literaria en aquella comarca que puede definirse con los caracteres
del amor al suelo, a la lengua del pueblo, y a las tradiciones de igualdad
entre todos y respeto mutuo. Tomás Carrasquilla nació en 1858 en Santo Domingo,
ciudad serrana de aquel departamento y notoria en un tiempo por el amor al
estudio de sus hijos. Da Carrasquilla en su obra testimonio de las tres
cualidades ya señaladas en la literatura comarcana.
Empezó a escribir a los 24
o 25 años de edad, y desde sus primeros trabajos hizo patentes en narraciones
cortas su afecto a los humildes, su admirable poder en la descripción de las
costumbres y ambientes de las clases desfavorecidas y su profundo conocimiento
del lenguaje usado en esos medios. Ya desde entonces se podía augurar que con
él tendría la región un estilista de gracia y fuerza superiores.
En 1896 publicó Frutos de mi tierra, novela de alguna
extensión y de un gran valor descriptivo y sentimental. La novela pasa en la
capital de Antioquia y retrata con un vigor, encanto y verdad sorprendentes las
costumbres de esa ciudad por los años de 1880. Hace vivir el alma de un niño
que viene siendo el personaje principal de la novela. Este libro fue una
revelación en que quedaron patentes las facultades excepcionales de un pintor
de las costumbres como no lo había habido entre nosotros y un maestro de estilo
personalísimo y dueño de los infinitos recursos que ofrece el idioma a quienes
lo poseen a fondo.
Frutos
de mi tierra
pertenece a la corriente naturalista morigerada por el prestigio de algunos escritores españoles como
Pereda y Emilia Pardo Bazán y hondamente influida por la marcada personalidad
del autor. Puede decirse que toda su obra cae bajo esta denominación, no sin
hacer presente que en su idiosincrasia estaba la tendencia a pintar el mundo y
la naturaleza humana por los procedimientos que ilustraron autores como
Flaubert y Zola; pero estudiando a fondo el estilo y la creación de personajes en
Carrasquilla, surge naturalmente la idea de que él habría sido naturalista, si
el naturalismo no hubiera existido antes de la llegada de este autor al mundo
de las letras.
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