Hola Iván,
Recibí
Pudo ser así, el libro de cuentos de
Mario Duque. Me gusta que te lances de vez en cuando a publicar autores nuevos
de narrativa. Tal vez es una tarea un poco más ardua que la de publicar poesía.
Sobre todo si se trata de cuentos, que, si los canales de circulación siguen
funcionando como en mis épocas de editor, son tan difíciles de promover como
los versos.
Me sorprendió el libro. También me desconcertó.
En primer lugar, porque está muy bien escrito. La armazón, la carpintería de
los cuentos, es muy sólida; cada cuento se lee de un tirón hasta el final.
Tiene una cualidad narrativa, una fluidez y un ritmo que facilitan y hacen muy
grata la lectura. Hay un cuidado en los detalles que le da verisimilitud.
Pero a
mí, no sé muy bien por qué y de allí mi desconcierto, algo me impide entrar de
lleno en la historia, hacer ese pacto de lector y suspender del todo mi
incredulidad; no sé si porque tenía en mente que debería darte mi opinión o por
lo bien construidos, y porque esa construcción deja adivinar detrás un plano,
un manual de construcción, tomado de lecturas muy bien hechas de los grandes
cuentistas, en especial latinoamericanos, y sobre todo de Cortazar y Borges.
Tal vez percibo el reflejo del taller de escritura creativa. O porque los
primeros cuentos, tan cuidadosamente ambientados en España. Inglaterra o
México, me recuerdan las clases de castellano en la universidad en las que el
poeta Fernando Arbeláez se preguntaba dónde habría encontrado en los alrededores
de Popayán el poeta Guillermo Valencia los camellos que recorrían los arenales
de Nubia para llegar a su poesía. Me parece que si hubieras puesto al principio
los cuentos que se desarrollan en Medellín alrededor del asesinato de Gaitán yo
me hubiera dejado atrapar más por el libro, quizás porque estos cuentos no son
tan perfectos, o porque ese Medellín de 1948, aparentemente más cercano para
Duque que el escenario de los primeros cuentos del libro, lo mete más
personalmente en la narración, dándole una mayor credibilidad pues lo hace
naturalmente y no tiene que construirla con una meticulosa investigación. No
significa que no pueda ocuparse de esos temas, sino que cuando lo haga no tenga
que poner en primer plano ese esfuerzo por ser creíble.
En
todo caso este es un primer libro notable, con unos muy buenos cuentos que
disfrutará cualquier lector, y que con toda probabilidad podrá disfrutar dentro
de muchos años ese mismo lector o uno nuevo. Un libro que pone en escena un
autor al que hay que prestarle atención.
Moisés
Melo G.
Bogotá,
19 de enero de 2018
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